Tú me guías
A veces al escuchar cierto tema, o cierto disco, vuelven a mi cabeza momentos de mi vida pasados.
Estoy escuchando la versión de Carl Orff de Carmina Burana (ahora sonando "In Taberna Cuando Summus", una de mis preferidas) y no dejan de venir a mi mente imágenes de hace unos cuantos años, en otra situación en la que estaba escuchando este mismo disco. Son tan vívidas que más que un recuerdo es como ver una película de mi propia vida. Es curioso que siempre me pasa en momentos en los que mi vida está fuera del carril, si es que puedo decir que alguna vez estuvo encarrilada...
Siempre he asociado la música a momentos muy importantes de mi vida, pero este tipo de "vivencias" no tienen por qué ser importantes en el sentido normal de la palabra.
Por ejemplo en este caso me veo a mí mismo en casa de mis tíos, hace muchos años, aún vivía en Cartagena, y estaba charlando con mi primo sobre libros, concretamente un suceso curioso que me ocurrió cuando le dije que quería leerme "La Metamorfosis" de Franz Kafka. Por aquellos entonces tendría unos 13 años y mi primo, psicólogo, me dijo que aún era demasiado pronto. Me dijo que lo leyera con 18 años y que luego lo leyese unos años más tarde; sólo así podría apreciar la importancia de este libro y sería capaz de aprehenderlo, que no aprenderlo, muy distinto. Así lo hice y, efectivamente, es como leer dos libros distintos; me fascina comprobar cómo una persona puede interpretar un mismo texto de forma diametralmente opuesta, simplemente cambiando el contexto temporal.
Y mientras todo esto ocurría, ella estaba allí, imperturbable, sempiterna.
La música te transporta a lugares fantásticos, hacia otros mundos o al mísmisimo Purgatorio de Alighieri; nos puede abstraer del dolor, nos hace llorar y nos da vida: es el nexo entre sentimiento, etéreo, intangible y lo físico, lo real, lo que tocamos y vemos.
Basamos nuestra vida en la música sin darnos cuenta y con ella vivimos y morimos.
Pero lo mejor de ella es con tan solo escuchar unos acordes, te transporta atrás en el tiempo, hacia momentos que creías olvidados, pero que se quedaron gracias a ella; gracias a la música.
Esa droga llamada empatía
A veces, cuando voy conduciendo o caminando sin ningún rumbo concreto, cosa que me encanta, me ocurre algo curioso.
Normalmente comienzo a divagar sobre la realidad que me rodea. ¿Por qué la gente da un paso tras otro? ¿Qué es lo que la mueve hacia la dirección a la que van? Es entonces cuando comienzo a crear una vida para ellos; unas razones y unos ideales, a su gente, un motivo por el que caminar en tal o cual dirección. Y la magia ocurre de nuevo: He trascendido de mi cuerpo y ahora soy esa persona, y voy con absoluta determinación hacia mi inevitable destino, ese que mi nueva mente transformada, pero a la vez igual, ha decidido para este cuerpo.
Todo esto es como una explosión de imágenes, que generan un contexto, una historia y sus personajes y, tal como nazco en esa nueva vida, vuelvo a la mía. El método es tan sencillo como eficaz. Simplemente imagino lo mismo que he hecho para llegar. Imagino mi propia vida desde ese nuevo cuerpo y así vuelvo al mío. Puedo sonar complicado, pero no es más que una regla mnemotécnica para no evadirme de la realidad más de lo necesario.
Esta es, digamos, la parte divertida de la empatía. Pero también tiene su lado terrible.
La empatía me provoca sufrir cuando no me corresponde. Esta impersonación consume mi alma, la hace más terrible, pero también más poderosa, puesto que vive muchas vidas y no se circunscribe a una sola pauta de existencia. Y, también, al ser tanta gente, pierdo la noción que cúal de ellos soy yo. Pero ahí está ese Ser, que me arranca de manera despiadada de mis oníricas existencias y me lleva a la verdad cruda, a mi ser desnudo. Esa pequeña personita que se encara con el lobo y siempre cosigue vencerlo.
¿Por qué esta sensación inevitable e inconmensurable? ¿Cúal es su función? ¿Es lo que nos hace humanos, o lo que nos hace superiores?
Mientras me planteo esto, alguien pasa por mi lado y yo me pregunto... ¿hacia dónde irá? ¿por qué?
La ubicuidad es una condena
Todo el mundo tiene un lugar que es "suyo". Es ese sitio que recuerdan como su casa; donde las raíces quedaron, dieron fruto y volvieron a salir. Pero qué pasa cuando no eres capaz de responder a una pregunta tan simple como...¿De dónde eres?
¿Por qué me siento tan extraño al responder? Y es que nunca puedo dar una respuesta válida, algo que realmente deje claro, de manera contundente, de dónde me siento, de dónde soy.
Y esto es más que un mero tecnicismo. Para poder asentarse, hace falta sentirse de algún lugar, ciudad, barrio...
Sentirse de un sitio, define tu círculo de amigos, tus relaciones, tu pasado y tus experiencias.
Las relaciones son como los vinos, necesitan tiempo para madurar; pero, ¿qué pasa cuando nunca has podido estar el tiempo suficiente en el mismo sitio para que ese vino esté en su punto?
Quizá es por eso que mi vida es como una explosión. Todo ha de ser aquí y ahora. Quizá por eso, no puedo interesarme por nada demasiado tiempo; tanto cambio, tanta distancia, tantas veces...es una forma de disfrutar lo efímero de mi estancia en un mismo lugar. Por eso tal vez, empero, evito llamar a la gente por su nombre.
Dar un nombre, pronunciarlo, implica una intimidad que yo creo que no poseo, ya que más pronto que tarde, me volveré a ir, para volver algún día indeterminado.
Y la pregunta sigue en el aire...¿de dónde diablos soy? Me es absolutamente imposible decir en qué ciudad voy a estar viviendo dentro de un año...apenas puedo imaginar que voy a seguir en la misma casa en la mitad de ese tiempo. Tal vez este carpe diem extremo es mi adicción. Y es que me encanta ser de ningún sitio y, a la vez, mi anhelo secreto es poder responder a una pregunta tan simple:
¿De dónde eres?
Hola mi amor, ¿eres tú mi lobo?
Todos buscamos tener una intimidad con nosotros mismos; todos hacemos un examen de conciencia cuando estamos en soledad, ya sea ésta física o mental.
Es en ese momento cuando nuestros valores aparecen, y decidimos si la forma en la que vivimos es la que creemos correcta. Somos nosotros los que emitimos los juicios de valor, aquello que vulgarmente conocemos como conciencia, nuestro pepito grillo.
Pero, ¿qué pasa cuando ese grillo no es tal, sino un lobo?
No hay jucio, sólo ejecución.
No hay piedad, pero tampoco maldad.
Cuando yo me quedo sólo, es cuando lucho con él. Cuando soy él.
Es entonces cuando ese ser comienza su juicio sobre mí, yo nunca tuve el privilegio de juzgarme. Recuerdo cuándo y cómo ocurrió:
Tenía unos diez u once años; acababa de ver en la televisión, seguramente en Documentos TV, cómo unos niños de algún lugar aleatorio de áfrica morían ante la absoluta impasividad de unos soldados que luchaban por algo que probablemente ni comprendían...
Entonces llegó la hora de dormir. Es como su hubiera sido ésta misma noche. Comencé a pensar en lo hipócrita que había sido ese mismo día, cuando había llorado porque no me habían comprado cierto disfraz. Entonces comencé a plantearme la situación en la que me encontraba. ¿Cómo diablos podía llorar por un trozo de tela de colores cuando había niños que ni siquiera sabían qué era un disfraz?
Así comencé a notar una extraña presencia en mi interior. Sentía su fuerza, su determinación, pero también emanaba crueldad, dolor.
Me dijo que no merecía llorar, que no tenía sentido. Me dijo que antes de quejarme de algo mirase a mi alrededor, que siempre lo tuviera presente. Pero también me dijo que no tuviera piedad; nadie puede vivir sufriendo todos los males de los demás, pero sí que puede, debe, conocerlos, compartirlos y arreglarlos cuando pueda.
Esa noche, el lobo me enseñó los dientes por primera vez. Esa noche, lloré, y fue la última vez que lo hice.
El Fénix
Cada vez que cierro un libro por su última página, muero un poco....
Cada vez que lo abro, resucito, crezco, me transformo, viajo, vivo, odio, amo, sufro, disfruto...cada vez que abro un libro, me condeno a morir un poco más.
La Espada de Damocles
El mp3 ha hecho que podamos escuchas música de calidad en cualquier parte, sin llevar un armatoste colgado de algún sitio para poder hacerlo, pero además es el arma utilizada por ciertos ladrones para beneficiarse a costa de la gente que, en su gran mayoría exceptuando ciertos egoístas, pide un descenso de precios razonable para adquirir la música que realmente quieren que se siga haciendo.
Así es que el mp3 será su Espada de Damocles, la cual caerá sobre sus podridas cabezas en el momento, no de que mientan, sino en el que sus mentiras sean descubiertas y demostradas por todos.
Señores, la Espada somos nosotros, y Damocles una panda de ladrones a los que hemos de rebanar el pescuezo, aunque sea metafóricamente.
Y ahora, como homenaje a ellos, aquí va mi lista de canciones generada por el Winamp:
Un pequeño juego
Consiste en hacer 26 fotografías, sin editar, solo recortar o cosas básicas, nada de super manipulaciones. Aquí van las categorías:
Líneas
Mecánico
Estrecho
A través
Abajo
Organizado
Diferente
Lejano
Verde
Taza
Muñecote
De noche
Líquido
Artificial
Fuera de alcance
Interruptor
Bienestar
Sables
Falto
Subterráneo
Histórico
Botón
Popular
Grandioso
Exótico
Delicioso
Aquí el concurso original.
A hacer fotos se ha dicho. Una pena que casi nadie lea esto :_(
Dime qué deseas...
Caminaba por entre la gente cuando de repente vió un tenderete algo extraño. Estaba adornado sobriamente, sin embargo ejercía una atracción sobre él muy extraña, algo que le hacía acercarme a él.
- Soy el Mercader de Deseos. Pide y tendrás.
El hombre era tan extraño como su puesto. Levaba gafas con cristales amarillos y un pañuelo en la cabeza. Sus ojos dejaban entrever experiencia y vida. Sus manos eran recias y le daban un aire de seguridad que en otros mercaderes se solía traducir como avaricia.
- ¿Puedo pedir lo que yo desee?- Dijo, perplejo.
- Exacto. Yo poseo aquello que cada persona realmente desea. Pero solo aquellos que saben lo que quieren podrán conseguirlo.
- ¿Y cuánto pides por aquello que deseo?
Un brillo extraó pasó por sus ojos. Le miró fijamente y dijo...
- Solo lo que tu pagarías por tus Deseos.
- Yo sólo deseo una cosa realmente. Deseo...
Una ráfaga de viento tapó sus palabras y se las llevó allá donde debían ir. Al instante, él cayó al suelo, inerte, sin embargo, nadie parecía verle, nadie le hacía el menor de los casos. Él ya no existía en este mundo.
Más allá, una muchacha leía una carta:
"Daría mi vida por ti, por que seas feliz, siempre..."
Crónicas de Teclis Hawkmoon (revisited)
Está basada en un relato de los Altos Elfos de Warhammer, pero sólo he tomado un par de nombres y la situación inicial de los gemelos, el resto es original, ya que el principio lo escribí hace 5 años y luego lo modiqué para sumarle originalidad.
Ahí os dejo el relato...
Seguir leyendo "Crónicas de Teclis Hawkmoon (revisited)"
Vuelta de tuercas
Tenía todo preparado, le costó dos días encontrar ese tipo de hierba sin levantar sospechas y preparándolas se quemó al menos tres veces los dedos...ahora los tenía en carne viva y doloridos. Esta noche él tendría su venganza y nadie se la arrebataría.
La odiaba tanto como la amaba, pero en estos casos el odio cerval es mayor que el más puro amor. Maldita la noche en que ella tuvo que hurgar en sus cosas, y maldito el momento en el que vio aquellos papeles...entonces ya solo le quedaba una opción, puesto que había desbaratado sus propositos y ahora solo quería cobrarse lo que era suyo por derecho.
Así que se fue a la sala con la copa en la mano y se la ofreció amablemente...tal vez fue el brillo de triunfo en sus ojos, tal vez ella lo sabía...ahora no importaba, tenia una bala incrustada en la cabeza y lo ultimo que pensó fue....como me duelen los dedos....